La celebración del séptimo cumpleaños de NCI trajo a mi memoria innumerables recuerdos de lo vivido a lo largo de este período. Recordé los inicios que trajeron el descubrimiento de nuevas ideas y propuestas; vino luego la apropiación, la participación y el disfrute para, finalmente, llegar al compromiso y la convicción de que aquella invitación inicial, que acepté por curiosidad, fue un verdadero regalo que ha transformado muchos aspectos de mi vida. Me pregunté qué es lo que me ha hecho permanecer ligada al Instituto y al coaching y cuál ha sido el encanto que no ha permitido la entrada del tedio o la aridez. La respuesta fue contundente, el coaching respeta la libertad, trabaja en libertad y te libera.

Si damos una mirada al marco teórico de la disciplina encontramos que se nutre de diferentes fuentes como la psicología, filosofía, neurociencia, sociología, psicolingüística. Para algunos esto podrá parecer una propuesta demasiado ecléctica que resta claridad y definición en el marco conceptual; sin embargo, cuando se aborda el ser humano nos encontramos con una realidad compleja donde estas miradas y muchas otras intervienen y convergen para formar un todo. En la práctica del coaching, reconocemos las formas de comunicación del cliente: Sus estados emocionales, el contexto donde está inmerso, sus posibilidades de desarrollo, sus bloqueos, su capacidad de aprendizaje, su necesidad de trascender, su nivel de vitalidad. Cuando lo hacemos desde ángulos diferentes, no bajo la lupa de una sola posición teórica, nos permitimos desarrollar una mirada holística, amplia, curiosa, respetuosa, libre, sin preconceptos.

…”aquella invitación inicial, que acepté por curiosidad, fue un verdadero regalo que ha transformado muchos aspectos de mi vida”.

Ampliar el marco teórico equivale a tener una apertura y una amplitud mental donde cada sesión y cada coachee es diferente y puede fluir a su propio ritmo y necesidad; el coach no impone su agenda, ni su sentir, ni su punto de vista y está abierto a descubrir y enriquecerse con ese mundo particular que hace a cada ser humano único. En este contexto, tanto el coach como el coachee pueden crear y recrear; hay un sinfín de herramientas, derivadas como ya se dijo de muchas otras disciplinas, que pueden ser utilizadas, modificadas y adaptadas a las necesidades del proceso. Además, tú como coach puedes valerte de muchos recursos, desde los más sencillos a los más complejos, para crear tus propias herramientas de forma personalizada e incluso en un momento concreto dentro del desarrollo de una sesión.

El coachee, por su parte, es el protagonista del proceso y quien escribe el guión; determina el qué, cuándo, cómo y dónde de los cambios que desea realizar en su vida, en completa libertad. Cuando se atreve a explorar opciones y enfrentar sus miedos, penetra en territorios inexplorados que le ofrecen una gama de opciones que hasta el momento no había considerado. Es decir, se expande y amplía sus oportunidades de construir una vida significativa y gratificante.

Si consideramos sólo estos puntos, entre muchos, podemos decir que el coaching es liberador tanto para quien lo practica como profesión, como para quien recibe ese maravilloso acompañamiento de vida. Es lúdico, creativo, respetuoso, práctico, innovador, retador, cálido, flexible, transformador; por esto y otros tantos motivos continúo enamorada del coaching.


Autor:

Betty Leal
Psicóloga
Coach Instructora
Miembro de Junta de Asesores
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Neuroscience & Coaching Institute